Luis Daniel Lagunes Marín*
El
1° de mayo es en Colombia similar al 2 de octubre en México: Centrales obreras
y sindicatos salen a marchar y a ellos se suman colectivos, universidades y
personas a título individual con todo tipo de banderas sociales; en el 2009
acompañé esa marcha en Bogotá junto con varios compañeros de la Universidad
Nacional de Colombia. Caminamos toda la carrera Séptima hasta desembocar en la
Plaza de Bolívar y al llegar hasta ella un grupo de manifestantes encapuchados
comenzó a tirar explosivos de fabricación casera hacia puntos donde no había
gente, pero causaban el efecto de llamar la atención; no pasó mucho tiempo para
que llegara una tanqueta que lanzaba agua intentando dispersar a este grupo de “capuchos”.
Algunos minutos después, teníamos a un gran número de elementos del ESMAD (antimotines) haciendo labores de
encapsulamiento y arresto, además de lanzar hacia toda la marcha granadas de
gas lacrimógeno. Al mismo tiempo en la Plaza de Bolívar daba un discurso el
candidato del Polo Democrático a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro acompañado
por líderes sindicales hablaba a un numeroso grupo. Lo que hasta ese momento
representaba para mí un peligro pequeño y sobrellevable, se convirtió minutos
después en un enorme momento de terror: el ESMAD cerró todas las salidas de la
Plaza de Bolívar y desde distintos puntos lanzaba granadas de gas lacrimógeno,
la multitud corría buscando refugiarse pero era imposible, todas las vías
estaban cerradas con tanquetas o por la policía, mientras en la plaza se volvía
cada vez más difícil respirar. Elementos policiales apostados arriba de los edificios
de gobierno que rodean la plaza, seguían disparando desde una perspectiva
privilegiada estas “armas de dispersión” que varias vidas han cobrado al
asfixiar o golpear a la gente. Había una obvia contradicción en el accionar del
ESMAD: disparaba armas usadas para dispersar y al mismo tiempo nos mantenían concentrados
en un punto donde nos era imposible movernos. Después de algunos momentos de
desesperación, la policía abrió un flanco para desalojar Plaza de Bolivar; en
certeros pasos la policía cumplió con tres fines: hacer pasar un momento de
terror a todos los manifestantes, dispersar la marcha y terminar con la
participación del candidato de izquierda.
Hacia
esas fechas se hablaba en los medios de la “colombianización” de México,
apuntando a la militarización del país, el crecimiento del narcotráfico, la
infiltración de grupos delictivos en los aparatos gubernamentales y el
recrudecimiento de la violencia. Sabiamente un amigo colombiano me preguntó “¿es
decir que al proceso de descomposición social de un país se le llama
colombianización?”, esa pregunta merece darle una respuesta ahora. El 20 de
noviembre, hace casi 20 días, se realizó una marcha más en la Ciudad de México
dentro del marco de Acción Global por
Ayotzinapa, en ella un grupo de personas encapuchadas usó bombas molotov y
algunas otras armas de fabricación casera, de inmediato la policía actuó pero
no contra los encapuchados, cerró los puntos de salida del Zócalo, encapsuló a
los manifestantes, golpeó o amedrentó a varios y se llevó presos a 21 personas
que hoy día están libres por la imposibilidad de fincarles delito alguno. Los
lugares son distintos pero la política es la misma: reprimir y atemorizar a los
manifestantes bajo el pretexto de controlar a los encapuchados (infiltrados o
no), creando así un precedente de miedo que pueda disuadir la asistencia a
cualquier manifestación. Colombia y México comparten esta estrategia.
La
existencia de amplios movimientos sociales en distintos lugares del mundo, ha
permitido que los gobiernos recojan experiencias para desmoronarlos y evitar
los cambios por los que se pugnan. En México hoy día es una realidad la
infiltración de los movimientos sociales, la criminalización de la juventud y
la criminalización de la protesta, como punto cúspide de esta última está la
aprobación de una ley que abre la posibilidad de prohibir las marchas. Nuestra
reacción desde cualquier espacio de transformación de la realidad ha sido y
será la misma: ante su propuesta del miedo nuestra respuesta de la esperanza.
*Secretario Estatal de Jóvenes del PRD en Veracruz.